Ciudad atlántica, cruce de culturas
06 / 06 / 2024
Folclore, tradición, patrimonio cultural

El Puerto de La Luz ha sido una permanente puerta de entrada a Las Palmas de Gran Canaria para las influencias importadas desde otros extremos del Océano

 

(foto Muelle Grande, 1934. Archivos FEDAC)

Las Palmas de Gran Canaria, 6 de junio de 2024.- El peso del Puerto de La Luz y de Las Palmas en la evolución cultural de Las Palmas de Gran Canaria resulta, visto con perspectiva, un factor determinante para comprender la condición de cruce de culturas que ostenta la urbe. De hecho, los conceptos de ciudad cultural y ciudad portuaria han ido de la mano desde que en el año 1883 la compañía británica Swanston colocase la primera piedra de unos muelles que iban a convertirse en un nodo logístico fundamental en la región del Atlántico Medio.

Mucho se ha escrito de la relevancia económica que adquirió el Puerto desde entonces, como centro de las exportaciones agrícolas canarias, en particular, rumbo a Inglaterra. O la concentración de una gran flota pesquera internacional que faenaba en las costas africanas en el último tramo del Siglo XX. O la más reciente llegada de la sofisticada flota Offshore que opera en el Golfo de Guinea. También ha sido un muelle estratégico para el suministro de combustible o el transbordo de contenedores. Y, en general, para el flujo del comercio en el entorno.

El Puerto de La Luz, en efecto, ha sido un motor del desarrollo de la capital grancanaria. Si bien, de forma paralela, toda esta actividad de buques, tripulaciones, trabajadores portuarios, pasajeros y, en su momento, hasta los migrantes con ida y vuelta desde Sudamérica o el Caribe, tuvo un impacto cultural en la ciudad. Soterrado, pero con una profundidad tal que ha terminado por definir la propia identidad de Las Palmas de Gran Canaria con los años.

En las primeras décadas del Siglo XX, fueron miles los canarios que zarparon rumbo a Cuba en busca de mejor fortuna. Migración irregular, en muchos casos, que también tocó los puertos de Buenos Aires o Montevideo, si bien el destino preferente siempre fue la isla caribeña. No fueron pocos los indianos que regresaron luego a la ciudad, después de su aventura. Con ellos llegó el folclore caribeño, los ecos del son campesino o del bolero. Sí, el bolero, que encontró en los canarios a sus primeros grandes aficionados a este lado del Atlántico, y que sonó primero en locales distribuidos a la salida de los muelles.

Desde entonces, los lazos de la capital grancanaria con América se reforzaron también en lo sentimental. Más, cuando en el periodo que abarca desde el final de la Guerra Civil española hasta comienzos de los años cincuenta fueron otros muchos miles de isleños los que zarparían rumbo a Venezuela, en otro fenómeno migratorio -legal e ilegal- que, a la larga, exportaría nuevas influencias culturales a la Isla y la ciudad.

Precisamente, en los años de la dictadura franquista el Puerto se convirtió en el lugar idóneo en donde encontrar la cultura prohibida por el régimen. Ya fuera por encargos específicos de algunos isleños con contactos, o por el natural tránsito de las tripulaciones internacionales. Así llegaron hasta la ciudad muchos libros y autores censurados entonces. O la música de la posterior revolución pop, que arribó a las costas de la capital grancanaria sin ningún tipo de filtros, mucho antes de que en la España peninsular la pudieran conocer en todo su esplendor.

En los años sesenta, setenta y ochenta las influencias que dejó tanto marinero foráneo en la capital grancanaria acabaron por trasladarse también a la restauración. De aquella época data la aparición de buena parte de la cocina internacional que comenzó a degustarse en la ciudad. Por ejemplo, con la apertura del primer restaurante japonés abierto en toda España: el Fuji, en la Calle Fernando Guanarteme. Abrieron también restaurantes chinos, algún ruso, algún local especializado en las foundies centroeuropeas… Al tiempo, comunidades como la surcoreana o la hindú también fueron asentándose en la ciudad, incorporando sus propias influencias en la cada vez más extensa cultura culinaria de la que puede presumir Las Palmas de Gran Canaria. Hoy, un enclave en donde es posible degustar delicias originarias de todo el mundo.

El Puerto de La Luz sigue constituyendo hoy un punto fundamental para el desarrollo económico en la capital grancanaria. En etapas más recientes, con la llegada de un gran número de cruceristas de origen diverso, o de tripulaciones enteras de plataformas y perforadores norteamericanos. Son los penúltimos de una larga lista de pasajeros que han desembarcado en La Luz para acabar descubriendo también nuevos horizontes para una ciudad permanentemente conectada con el mundo.

Antes, han llegado también las refrescantes influencias culturales procedentes del continente africano, para las que el muelle de la capital grancanaria también ha sido una indiscutible puerta de entrada. En el contexto de la fusión cultural del Siglo XXI, con el asentamiento en la ciudad de eventos como el WOMAD, con la inauguración de Casa África en 2007 como institución nacional concebida para estrechar vínculos con el continente vecino y con la presencia de músicos y artistas africanos de manera recurrente en los grandes y pequeños eventos, Las Palmas de Gran Canaria ha terminado por afirmarse como una urbe de dimensión verdaderamente tricontinental.