La Calle Perojo, en Las Palmas de Gran Canaria: crecer con estilo desde lo viejo
30 / 09 / 2024
Cabalgatas, Desfiles, Pasacalles, Rutas
  • La vía, una de las más cautivadoras y con más personalidad arquitectónica de la ciudad, fue uno de los primeros intentos de conectar el entorno de Vegueta y Triana con el emergente polo urbano del Puerto a comienzos del Siglo XX

El crecimiento de Las Palmas de Gran Canaria hasta convertirse en una ciudad de referencia en el Atlántico Medio remite directamente al tránsito entre finales del Siglo XIX y XX. Es el proyecto del Puerto de La Luz y de Las Palmas, que comenzó a edificarse en 1883, el que establece la tendencia de expansión de la urbe desde su casco viejo —el barrio fundacional de Vegueta— y la zona modernista definida por la Calle Mayor de Triana y su entorno. Es en este periodo cuando la capital grancanaria se proyecta con vocación de extender su trama urbana a lo largo de la costa hacia La Luz, y en paralelo en sus espacios interiores.

Es en esa línea cuando se concibe una prolongación de ciudad central en dirección Triana-Puerto, en el entorno generado a mediados del Siglo XIX por el ensanche practicado fuera de la muralla original, que mantenía ese límite urbanístico en lo que hoy es la calle Bravo Murillo. Fue un decreto emitido en el año 1908 por el Ayuntamiento de Las Palmas (la ciudad no adquiriría su apellido actual, “de Gran Canaria”, hasta 1940) el que restringió las edificaciones habituales de casas terreras, para propiciar construcciones de dos o tres plantas en el área.

Esta morfología arquitectónica, con varias plantas, ya se había hecho habitual en el entorno del barrio de Triana, por ejemplo. Por entonces se hacían necesarias nuevas viviendas en el centro urbano, acordes a los gustos y necesidades de una pujante clase media y una efervescente burguesía, que habían prosperado al abrigo del impacto económico del nuevo Puerto, y, entre otras cosas, las líneas de negocios y comercio marítimo establecidas con el Reino Unido desde Gran Canaria.

Un Plan Urbano redactado por el arquitecto municipal Laureano Arroyo entre 1892 y 1898 ya preveía prolongar fuera del ensanche la actual calle Viera y Clavijo hasta el barrio de Ciudad Jardín. Con la nueva regulación urbanística, a principios del Siglo XX, lo que hoy es la calle Perojo estaba perfectamente ordenada y preparada para comenzar la construcción de inmuebles. Sin embargo, el planeamiento original no llegó a aprobarse, con un trasfondo en el que acabaron aflorando los conflictos de intereses entre los múltiples propietarios con parcelas en el territorio afectado. Quedó claro, pronto, que la realidad de la ciudad no permitiría que Perojo se expandiese mucho más allá de la actual Plaza de La Feria, a más de la mitad del camino original que se había previsto para su recorrido desde el entorno de Triana.

Así, la calle Bravo Murillo, en un extremo, y la Plazoleta Padre Hilario, en el otro, se establecieron, en la práctica como los límites de la actual calle Perojo, que sí comenzó a levantarse conforme a sus objetivos originales. Esto es, hacer crecer el centro hacia el Puerto, ofreciendo espacios para vivir a una emergente población local.

Los edificios que comenzaron a conformar la actual postal de Perojo pronto adquirieron la impronta con la que siguen deslumbrando hoy, en lo que sin duda es una de las vías con más encanto y personalidad arquitectónica en Las Palmas de Gran Canaria. A semejanza de la Calle Mayor de Triana, en Perojo confluyen retazos de distintas escuelas, pero, por encima de todo, exuda un cautivador estilo modernista, tanto por sus estructuras y diseño como por el colorido de sus fachadas.

Hay que decir que la calle debe su nombre a un periodista español, oriundo de Cuba, llamado José Perojo y Figueras, que fue diputado liberal por Las Palmas de Gran Canaria en 1905 y 1907. Su figura, asociada al regeneracionismo de la época, adquirió relevancia en la política del momento, por su defensa de los intereses canarios. Perojo falleció en Madrid en 1908, y en el primer aniversario de su muerte se decidió que la ciudad debería bautizar una de sus vías en su memoria.

La mayor parte de las edificaciones de la calle son residenciales, y se encuadran en dos tipologías diferentes. Por un lado, hay edificios que tienen una vivienda por planta y dos zaguanes diferentes. Por otro, varios inmuebles se diseñaron para hacer vida en función de su patio interior, con las diferentes habitaciones y estancias dispuestas en sentido circular en su alrededor. También se dispusieron originalmente almacenes e incluso talleres en la planta baja de algunos edificios, integrados en su diseño arquitectónico original.

Esta concepción de Perojo ha permitido que en la actualidad la calle se presente como viva, con comercios y establecimientos de restauración ocupando esos espacios en los bajos. Arquitectos como Fernando Navarro (que tenía su domicilio familiar en esta misma vía), Rafael Masanet o el propio Laureano Arroyo firmaron varios edificios en la vía, declarada Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de Conjunto Histórico. Sus portones, balcones, balaustradas y, en general, la disposición uniforme en alturas de sus coloridas fachadas, la convierten en uno de los tesoros patrimoniales de la ciudad.