Gregorio Chil y Naranjo, médico, investigador y antropólogo, es una de las figuras más relevantes de la historia de la Ciencia en Canarias e impulsor de la sociedad de El Museo Canario
Las Palmas de Gran Canaria, 3 de diciembre de 2024. La Ciencia no puede entenderse más que como un proceso vivo en la búsqueda del conocimiento. A medida que se obtiene más información, las preguntas que el investigador se ha hecho inicialmente llegan a reformularse, adquiriendo una nueva dimensión. Y las respuestas se vuelven cada vez más complejas. Los verdaderos científicos dejan tras de sí mucho más que una colección de observaciones relevantes, hechos contrastados, algún descubrimiento crucial. Su auténtico legado es el impacto de todo su trabajo, en general: el que permite que las sociedades progresen y superen los hitos de los antepasados.
En Las Palmas de Gran Canaria permanece en pie, bien vivo y pleno de salud, uno de esos legados indelebles. El Museo Canario, sito en el casco histórico fundacional de Vegueta, representa el afán de ilustración que impulsaron varios isleños educados en las disciplinas científicas, la historia, la literatura o las artes, en esa búsqueda del conocimiento. Hoy, la institución no solo constituye la mejor exposición posible de las investigaciones en torno a la vida y la cultura de los aborígenes isleños: la sociedad que ha impulsado la actividad del Museo ha sido, sin duda, uno de los más poderosos y decisivos colectivos ciudadanos que han trabajado para el desarrollo cultural de la ciudad y las Islas.
Claro que toda esta historia difícilmente se habría dado sin la aparición de un personaje singular y único en la capital grancanaria. No uno de sus hijos naturales, pero sí uno de sus más ilustres vástagos adoptivos. Gregorio Taumaturgo María de los Dolores Chil y Naranjo nació en la ciudad grancanaria de Telde, en el año 1831. Eran tiempos de grandes desigualdades en las Islas, después del desplome del comercio entre los territorios americanos y Canarias, y un parón en las exportaciones desde el Archipiélago hasta el Reino Unido. Entre los grandes terratenientes agrícolas y la población rural de vida precaria, adquiría fuerza una pequeña burguesía, formada por pequeños o medianos propietarios y comerciantes. El protagonista de este episodio vino al mundo en ese entorno, privilegiado para el momento.
En efecto, Gregorio Chil y Naranjo tuvo como guía intelectual a su tío, Gregorio Chil y Morales, presbítero, que fue párroco de la iglesia de San Juan Bautista de Telde y, con posterioridad canónigo de la Catedral. Además de Catedrático de Filosofía y Teología y Rector del Seminario Conciliar. Con tan buen padrino, el joven Gregorio pudo cultivarse en distintas suertes, y hasta poder alimentar su vocación en las mejores aulas.
Una inquietud que le llevó a estudiar en el Seminario Conciliar de la Purísima Concepción de Las Palmas, con un marcado acento secular, y que luego le llevaría a completar su carrera de Medicina, nada menos que en la Universidad de la Sorbona, en París. El apoyo familiar, pero también su probada valía y dedicación, le permitieron desembarcar en Francia en tiempos de la formación de la Segunda República, cuando además se agitaban notables inquietudes científicas en torno al conocimiento adquirido hasta entonces por el ser humano.
Gregorio Chil y Naranjo estudió a la orilla del Sena entre 1848 y 1858. Se había hecho un hombre adulto en Francia, cuando presentó su tesis doctoral, Des différents moyens qui ont eté employés dans le but de guérir les rétrécissements de l’urétre (Diferentes medios que se han utilizado para curar las estenosis uretrales). Pero, sobre todo, había caído cautivado por las cuestiones que planteaba la nueva disciplina de la Antropología.
El ya doctor Chil decidió volver a su Isla. Convalidó sus estudios franceses en la Universidad de Cádiz, primero. Y entonces pudo instalar su despacho y residencia en el barrio de Vegueta. Gregorio Chil y Naranjo ejerció la Medicina don dedicación y denuedo, pero también con un irreductible espíritu humanista. Influenciado por los primeros teóricos franceses de la nueva Ciencia, el buen doctor ocupó sus pensamientos en la historia natural, la medicina, la antropología o la política en Canarias.
Así, publicó numerosos trabajos en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas de Gran Canaria, en la que ingresó como socio al poco de volver, y que presidió pocos años antes de su muerte. En lo personal, tampoco se ajustó a los tópicos de la época. Contrajo matrimonio con Alejandra Jacques de Mesa y Merino, mujer fuerte, brillante y de carácter indómito: mayor que él, y viuda de otros dos maridos, con la que tuvo una hija. Ambas, no obstante, fallecerían de manera prematura.
Cuando el doctor Chil quiso volver a casarse tuvo que viajar a Madeira: la iglesia local no aprobaba sus estudios sobre la evolución, o los trabajos realizados en torno a las prácticas funerarias de los aborígenes isleños. Su segunda esposa fue Rosenda Suárez Tascón.
Una de las grandes contribuciones de Chil fue, precisamente, la investigación acerca de los modos de vida y cultura de los nativos isleños, situando a Canarias en el mapa antropológico mundial, en unos años en los que la Ciencia convulsionaba a la sociedad con hallazgos como la aparición del hombre de Cromañón.
El Doctor Chil atesoró una gran cantidad de escritos, tratados, descubrimientos y artículos de gran valor científico. Preocupado por la eventual pérdida que su legado podría sufrir tras su muerte, dio instrucciones precisas para su conservación. El 2 de septiembre de 1879 dirigió la creación de la sociedad científica El Museo Canario, que contaría con un museo propiamente dicho, departamentos como un gabinete de reproducciones, una biblioteca y hasta una publicación científica regular.
Una planta de la sede del Ayuntamiento albergaría esta impresionante colección, hasta que sus contenidos, que seguían creciendo bajo el impulso de una sociedad muy activa, obligó a trasladar el Museo a la residencia del doctor, ya fallecido. No sería hasta la muerte de su viuda, en 1913, cuando la institución se instaló en su actual ubicación, en la Calle del Dr. Verneau, 2,
Antes, en 1899, Gregorio Chil y Naranjo fue designado miembro del Consejo Permanente de Antropología y Arqueología Internacional Prehistórica del congreso que se celebró en París, al que presentó su trabajo L’état social des aborigenes canariens ou Guanches, serait-il l’état social de la race de Cro-Magnon à sa plus haute civilization? (¿Podría el estado social de los aborígenes canarios o guanches ser el estado social de la raza Cromagnon en su civilización más elevada?). Pero este estudio no define el tremendo impacto de su herencia científica y cultural, que le ha convertido en uno de los investigadores más importantes en la historia de Canarias.